*Por Juan Carlos Hernández Ascencio

El hombre y la mujer, son los seres creados más perfectos en la tierra, y que se alzan y tienen domino sobre los animales y cuanto existe, son el punto de encuentro de simbiosis, de comunión en valores, formas de pensar y de enriquecimiento mutuo, en que se hacen entender el uno con el otro la razón principal que les mueve a ello es la de vivir, compartir y convivir, considerando cierta voluntad que les mueve el sentimiento de la noble acción de la procreación buscando la felicidad en todo sentido.

Sin embargo, el actuar en su conducta en el día a día le implica conocer normas de toda índole, pues invariablemente éstas son las que le dictan el qué y cómo hacer para vivir de manera aceptable, ya que no está la dificultad de conocer sino de advertir sobre lo bueno y lo malo que, en cada momento se presenta, en su entorno ordinario.

Son entonces las normas de conducta en el hombre, para entender su actuar, en la inteligencia de que siente, comprende y piensa de forma libre y es ahí donde elige su forma de hacerse entender con las demás personas, así como de obedecer y aceptar la norma que le invita a cumplirla para bien propio y de los demás.

Ahora que, si queremos pensar bien debemos aprender un arte: el de construir bien los pensamientos y para ello la lógica nos enseña a pensar. Es el instrumento de la filosofía para pensar bien. Entonces a lógica nos ayuda a pensar rectamente, a descubrir el error, a discutir sabiamente y a encontrar la verdad. Así entonces obraremos el bien con sentido y dirección a la norma, a la ley y nuestra conducta será impecable.

Como cita Jaime Balmes en su libro El Criterio: “La firmeza de voluntad es el secreto de llevar acabo las empresas más arduas; con esta firmeza comenzamos a dominarnos a nosotros mismos” Ese es el ideal, pese a que por desgracia no todos los individuos tienen claro, el motivo por el cual no cumplen con la norma en  su paso por esta vida, no entienden que cada acto deriva en una acción y un efecto, es decir, si pensáramos las consecuencias de nuestros actos incluyendo nuestras palabras, en y hacia los demás, quizá nos equivocaríamos menos.

Tenemos una vida sensitiva, vegetativa e inteligente que necesita de nutrición, crecimiento, reproducción sentido y voluntad, ante ello podemos comprender que somos esencialmente personas que pensamos. El punto es quiénes, si lo hacen y quiénes no, para cumplir a cabalidad con lo que estipulan las leyes, normas y reglamentos que buscan el orden y suponemos la justicia social.

Necesitamos obrar con prudencia y templanza, sobrellevarnos unos a otros para hacer comunidad, para resolver los problemas de vida, somos personas razonablemente buenas y sabemos discernir entre lo bueno y lo malo, seamos entonces más los que hagamos el bien y actuemos conforme a derecho y a los principios que hemos recibido de nuestros ancestros y hoy de nuestros padres.

Balmes cita: “Se ha dicho que los grandes pensamientos nacen del corazón y pudiera haber añadido que del corazón nacen también los grandes errores. Si la experiencia no lo hiciese palpable, la razón bastaría a demostrarlo. ¡Hágale pues!