Por Juan Carlos Hernández Ascencio
Después de la creación divina, encontramos la intervención del hombre a través de los siglos, el hombre inventor de uno y mil prodigios, piloto y conductor de magníficos vehículos, (pero quizá no siempre de sus propios instintos) ha sido y es excelente operador de grandes maquinas (solo que no se explica la composición de un átomo y sus efectos, ello no creado por el hombre), resulta pues que, hoy día el hombre ha sido rebasado por sus propios inventos, ha quedado preso de sus descubrimientos tecnológicos.
Ante ello Giovanni Sartori dice “Lo que hoy ha creado (el Hombre) es una Lumpenintelligentia, un proletariado intelectual sin ninguna vertebración doctrinal” y subraya “Han sido suficientes pocas décadas para crear el pensamiento insípido, un clima cultural de confusión mental y crecientes ejércitos de nulos mentales” Y mire usted que gran razón hay en estas acentuaciones descritas por Sartori, pues estamos inmersos en la vorágine del hombre masa-tecnología y con poco uso del cerebro. A lo que Alfredo Sáenz dice que “se trata de un retorno a la barbarie”
La tecnología y sus diversas aplicaciones es lo que ha llegado para quedarse, ya no solo la comunicación tradicional, sino que se han inventado formas cada vez más sofisticadas de comunicación entre los individuos. Hoy dia es así, y nadie escapa y nada se es si no se está conectado al mundo de lo virtual; ello es una especie de “hombre moderno” en sentido lato de la descripción.
Si consideramos que a inteligencia es una capacidad biológica de adaptación a las novedades e innovaciones de cualquier tema, entonces sincronizamos con las nuevas formas de hacer, pensar y de actuar. Ello está bien, pues la humanidad se ha distinguido por el progreso en general en beneficio de sí misma.
Solo que hemos pasado de un teocentrismo a un antropocentrismo, el hombre el centro de todo y hemos olvidado, claro con sus excepciones, la humanización en el trato hacia los demás. Se han olvidado las buenas formas de cohabitar en y con los demás calurosamente, ahora es el trato por medio de la tecnología, usos y costumbres que se están arraigando más cada día. Sin embargo, ningún hombre es autosuficiente, pues siempre necesita de los demás, sobre todo en tiempos de indigencia y desamparo.
El punto es que no hay sensibilidad humana, pues lo que tenemos son “tribus de nómadas” que van hacia el siglo tecnológico cien por ciento, y en crecimiento, así las ciudades crecen con la cultura genérica de “te atiendo más pronto conectado” y aunque no estes presencialmente frente a mi persona. Usando una especie de tecno-cerebro, para identificar “mejor” al otro. No podemos negar que todo tiende a ser así y ello quizá para adelantarnos en resultados óptimos de rendimiento laboral o de servicios, quizá es lo adecuado; no así para humanizar el trato y sentimientos directos y personales entre los individuos; es decir la otra parte del uso excesivo de la tecnología provoca la deshumanización de y entre los individuos.
Estamos en la época del uso más de la vista, que, no así más del uso del cerebro, acatamos a pensar solo para dar meras opiniones, sin el total conocimiento, sin dedicar un poco de tiempo a analizar y profundizar en el tema; es la idea de la aldea global, la que vendrá a desproporcionar toda individualidad de la persona, ya nos estamos preparando para ello ¿de qué forma? con cuáles precauciones, ¿hemos revisado las consecuencias? No. Porque ni tiempo se nos ha dado para ello. Usar la tecnología no es malo, lo que sí será es la desproporción al hacerlo. No vivamos extensivamente sino intensivamente acercándonos a la profundidad de las ideas, no seamos relativos, sino concretos y absolutos. ¡Hágale pues!